lunes, 21 de marzo de 2011

20demarzo.

La noche nos oprime el corazón con este no-sé-qué de azahar en las calles mientras sentimos cómo nos van distanciando poco a poco kilómetros de asfalto mal apisonado. Nos faltó sol a mediodía, nos faltaron caricias a media tarde. Cuándo es suficiente. Nunca, nunca, nunca. Que lo haces todo tan complicado como sencillo, y me traes de cabeza con esos ojos color café de sobremesa en la cama, tratando de enredarnos en un amasijo imposible de besos, suspiros y algún que otro calentón. Al final, entre tanto remoloneo y palabras atragantadas, te dejo subir al coche, a sabiendas que el billete que compraste es de ida sin derecho a vuelta, y la calle se vuelve más serpenteante que de costumbre a medida que tu Fiat de hojalata traquetea hacia la avenida, como si se burlara de mis esperanzas de que esta noche nos encontráramos de nuevo entre las sábanas. De regreso a casa imagino verde mar las aceras, pero sólo es el reflejo del fluorescente de la farmacia de guardia esperándome con una caja de analgésicos y un botellín de cerveza para llenarme el vacío de las aurículas como cada domingo a las nueve. Porque los miedos son eso que ves cuando te sientes solo; otra vez vuelvo a decir que te quiero, joder, no sé decírtelo de otro modo. Que el sabor de la vida lo descubrí en tus labios, y ahora todo lo demás me resulta insípido.