martes, 30 de septiembre de 2008

Já!

Bienvenidos a mi club de demencia pasajera (o no), de locura intransitiva en que la risa es la dueña del viento.

lunes, 29 de septiembre de 2008

Canta conmigo.

Un elefante se balanceaba sobre la tela de una araña...


¡Qué luz, qué color, qué calor!
Sonríes y preguntan, ¿a qué huelen los pensamientos fugados?
Desvariando al ritmo de un corazón de esos de antaño, que latían por no sé qué bailarina de cabaret.


Dos elefantes se balanceaban sobre la tela de una araña...


Como las teclas de aquella máquina de escribir que se reorganizaron para formar una frase tímida. Te quiero mucho. Pero regresaron a su lugar cuando alguien entró como un torbellino en la habitación. Y se reían, ahogando sus carcajadas con tinta azul. Porque nunca sabría de qué hablaban.


Tres elefantes se balanceaban sobre la tela de una araña...


Y entonces fue cuando aquel pajarito se bajó de la higuera, y empezó a recoger las ramitas para hacerse un nuevo nido.Enredados en el viento, los ojos, los sueños, tú y yo. Yo y yo. Yo y nadie más.
Já! Metaforeando me encontraste y metaforeando me perdiste...
Y pintando imágenes surrealistas no me reconocerás el próximo Noviembre.


Cuatro elefantes se balanceaban sobre la tela de una araña...


¡Qué descontrol, qué alboroto, qué despilfarro!
¿Por qué trinan los caracoles entre las grietas del centeno?
¿Por qué no dejan de asomarse a las ventanas las ardillas en invierno?
¿Por qué hacemos que se tiñan de color rosa y vuelen por la habitación?
¿Por qué me pregunto cómo ha vuelto todo a la normalidad?


Cindo elefantes se balanceaban sobre la tela de una araña...





Y la tela se rompió. Pum!

Y la araña se enfadó muy mucho, abrió su boca y se los comió a todos: las dudas, los miedos, las lágrimas, el dolor. Y a los elefantes. Sobre todo a los elefantes.

Notas a pie de página.

Joder.



Avísame al menos, ¿no?

Yo aquí esperando, marcando a ciegas tu número con la absurda esperanza de oír tu voz al otro lado de la línea...





Y tú. Lejos.
Quizás sea lo mejor. Quizás hubiera sido lo mejor. Hace siete meses. Mierda.
La única diferencia es que ya no va a ser igual. De todo se aprende, dicen.


















Pero, por mucho tiempo que invierta en engañarme, en convencerme de que no ocurrirá... te echaré de menos.

Porque yo regresaré el próximo Noviembre... pero tú no estarás para recibirme.

domingo, 28 de septiembre de 2008

Notas a pie de página.

Me gustan los días lluviosos.



























No me gusta garabatear tu nombre en un papel. Mierda.

viernes, 26 de septiembre de 2008

jueves, 25 de septiembre de 2008

Notas a pie de página.

Días interminables.
Noches infinitas.
Y tú.
Y yo.
Y el mar.
Pero tú te has ido y el mar está lejos, así que sólo yo.



Qué jodidamente (¿se puede escribir 'jodidamente' en el blog?) cansada estoy.
De todo. De todos. De ella. ¿Mejores amigas? Que se follen a quien inventó esa mierda.
Ufff... es el estrés.






Y configuraba rimas absurdas
Para, con una técnica burda,
Dibujar en tinta verdeazulada
Caminitos de vaho en tu mirada.

Dos Siete Cero Nueve Dos Cero Ocho Uno Seis Dos Cero Ocho

Piiiiiiii
Piiiiiiii
Piiiiiiii....

lunes, 22 de septiembre de 2008

22.09.08 (50 razones para odiarte)

Te odio.
Te odio por haberme robado ese beso y, con él, la razón, el aliento, la vida.
Te odio por haberme abrazado tantas noches, por haber susurrado un no quiero que te vayas todavía con esa jodida voz a la que sabes que no le puedo negar nada, por haberme regalado esas miradas a destiempo, por haber compartido todo lo que eras. Por haber escrito poemas que ya deberían haber ardido.
Por las tardes en el parque, por los anocheceres en el puerto, por los días de lluvia y por los días de sol. Por coger mi mano cuando paseábamos, por haber despejado las dudas que me asaltaban al principio.
Te odio por haber logrado hacer latir mi corazón, por haber convertido un simple enamoramiento en el amor de mi vida. Por haberme hecho desarrollar ese sentimiento que degeneró en necesidad. Por haberme arrancado esos te quiero.
Te odio por haber aparecido de repente, cuando ya no quería saber nada más de parejas. Por haberme pedido mi número de teléfono, por haber ‘olvidado’ mi nombre, por haberte sentado a mi lado, por haber suspirado al despedirte, por haberme rodeado los hombros con el brazo. Por haber dicho tantas cosas que, a pesar de resultar ridículas para la mayoría, nosotros comprendíamos. Porque dije que te compraría un foco con el logotipo de ‘Batman’.
Te odio por haber conseguido cegarme. Por llenarme como persona. Por tus ojos azules. Porque me enseñaste a mirar más allá de las apariencias. Porque lo fuiste todo, porque eres todo, y porque lo serás todo.
Te odio por haberme esperado, por comprenderme, por saber cuándo estaba realmente bien. Por hacerme reír, y por hacerme llorar. Por alegrarme cada segundo a tu lado. Por ser mi luz en la oscuridad. Por enredarme en tus latidos. Te odio por haber vuelto, por no haberte rendido. Por grabar a fuego en mi alma ese es que me muero de ganas de darte un beso.
Te odio porque nunca sabrás lo que tanto desearía decirte. Te odio porque no leerás estas palabras. Te odio por tener que sonreír cuando tú le sonríes a otra. Por fingir que nada nos ató, por hacerme adicta a ti.
Te odio porque debería odiarte, y no puedo. Te odio porque debería olvidarte, y ni siquiera lo intento. Te odio porque debería alejarte, y sólo consigo retenerte.
Te odio… porque te amo.

domingo, 21 de septiembre de 2008

Sanatorium 2.2

Querido Nadie,


Me he portado bien durante todo el año, casi no me he cortado en estos últimos meses. He tomado mis medicamentos, he ido a terapia con los amables psiquiatras del centro, he sido firme en mi voluntad. Los guardias ya no me tienen miedo, apenas opongo resistencia, y he dejado de morderles cada vez que entraban en mi habitación. Ahora hago ejercicio en mi tiempo libre o cuando estoy aburrido, en lugar de quemar colchones.

Los doctores me mantienen en observación, pero ya puedo recibir visitas. Me dejan hablar por teléfono con mis padres y amigos, tener libros en mi habitación. A veces, incluso me permiten comer con cubiertos de plástico.El pasado octubre cumplí al fin los veintisiete. Uno de los psiquiatras me llevó al jardín para que tomara el aire, y hasta pude hacer una corona de margaritas. Por la noche, después de tomar las medicinas (ya no hace falta que comprueben que no las escondo bajo la lengua o las vomito al regresar a mi cuarto), vi un poco la televisión. Había una muchacha muy bonita, pero me miraba con ojos chispeantes y no cesaba de susurrarme cosas horribles que podría hacerle a los guardias.

La cicatriz de mi cabeza casi ha desaparecido. Sólo me pica de vez en cuando, sobre todo si esa muchacha anda cerca. Sí, todavía la sorprendo asomada al pequeño cristal de la puerta de mi habitación, pero ya no me habla con esa malicia que la caracterizaba. Por el contrario, suele dirigirme miradas en las que adivino una nota suplicante… Ellos no lo saben. Temo que me hagan regresar a esa sala.

Guárdame el secreto.








Benjamín J. Hakley. –Bang–








PD: No puedes estar a salvo una vez que se ha metido en tu cabeza

sábado, 20 de septiembre de 2008

Sanatorium 2.1

Lobotomy.
Lo–bo–to–my.
Leyó y releyó aquella palabra durante unos minutos que le parecieron eternos. Su lengua lamió la cerrada curva de la L, se demoró desinteresadamente en el lazo de la segunda O, y estrechó la última sílaba hasta convertirla en un susurro. Pensó en alcohol. Sí, esa palabra tenía el mismo color grisáceo, incluso el mismo aroma a moho y nieve. Por eso no le gustó. Sólo conocía otro término que oliera igual, y le daban arcadas nada más con recordarlo. Cadáver.
Cuando se fijó en la puerta de cristal sobre la que estaba leyendo aquello, su mente retrocedió hasta el punto en el que había comenzado todo.



El ruido. El miedo. La confusión. Sus ojos, que sólo eran capaces de ver la densa, profunda oscuridad. Y rojo. Una enorme mancha líquida en mitad de aquella negrura impenetrable. Vomitó.Tropezó con algo que había en el suelo en su afán por escapar, y quedó tendido sobre el frío mármol cuan largo era. Al girar la cabeza, unos ojos vidriosos lo miraron, acusadores. La expresión congelada en un rictus de pánico. Vomitó de nuevo.Entonces llegaron ellos. Estaba tan asustado… Pero no lo entendieron cuando les habló, tan solo fruncieron el ceño y murmuraron algo entre dientes.

¡Bang! Estás muerto.

Maldita vocecilla. ¿Por qué no dejaba de reírse de una jodida vez?
Allí estaba, sentada sobre un mueble balanceando sus piernas enfundadas en leotardos rasgados. Lo apuntaba con dos dedos colocados a modo de pistola, y entrecerraba los ojos, risueña.
Él la señaló, quiso avisarlos, pero no logró articular palabra. ¿Qué hacer? Golpeó el suelo con los puños, con la cabeza, gritando desaforadamente.

¡¡¡Lárgate!!!

Se atragantó con algo, y al pasarse el dorso de la mano por la boca, ésta se llenó de una espuma amarillenta y pestilente.



Y ahora estaba ante aquel cristal translúcido. Lobotomy. Y ella lo miraba con aquella repulsiva expresión de suficiencia pintada en el rostro mientras sostenía el reluciente bisturí.




No puedes estar a salvo una vez que se ha metido en tu cabeza

jueves, 18 de septiembre de 2008

Sanatorium 2.0

Había sucedido otra vez. Los muros… los muros le estaban hablando. No– las paredes no… lo que fuera que estuviera en ellas. Los ojos desorbitados por el miedo, se estaba comenzando a marear. En medio de la confusión se golpeó contra algo y miró hacia arriba; no había nada allí. Su terror aumentó.

Corrió. La puerta desapareció. Él golpeó el muro, gritó, lloró, lo intentó todo para escapar. Nada de aquello funcionó, estaba atrapado. Solo.Solo no. Con ella. Se estaba acercando.Aquella pequeña muchacha. Había venido a matarlo. No, iba a hacer algo mucho peor que eso. Él cayó al suelo. El hermoso, frío suelo. Yació allí, jadeando pesadamente. No podía respirar.


¿Necesitas ayuda, Ben?


Una voz inocente


Levantó la vista e intentó gritar, pero ningún sonido abandonó su garganta.


Bang, ¿estás bien? ¡¿Bang?! ¡BENJAMIN! Dios mío, Ben… ¡Ben, levántate! ¡¡Eh, que alguien lo ayude!! ¡Algo va mal!


El aludido se levantó a duras penas y golpeó el suelo con los puños, rabioso. El hermoso, frío suelo.





No puedes estar a salvo una vez que se ha metido en tu cabeza

Sanatorium 1.0

Anoche me pregunté qué se sentiría al vivir encerrada, como tú, detrás de esas blancas paredes, de algodón de otoño. Una habitación en la que no entre el sol, desde la que no se vean las estrellas. En la que las noches se confundan con los días. Soledad.

No es mi mundo. Tampoco es el tuyo. Supongo que bastaría una mirada para que lo comprendiéramos, para que nos conectáramos. Pero claro, tus ojos no quieren ver, y yo no quiero salir. Por eso estamos así.

Anoche escuché una canción en blanco y negro. Una serenata que se deslizaba por debajo de la puerta, como esa luz que tú nunca verás. Y quise echar a correr, pegar la oreja a tu puerta, y susurrarte unas palabras para que dejaras de llorar. Me duelen tus lágrimas de invierno. Ojalá pudiera golpear las paredes con los puños hasta romperme los nudillos, hasta poder escribir unas estrofas con mi propia sangre. Abrir una brecha en el muro y enlazar nuestras lenguas.Damos vueltas, caminamos en círculos, y esta geometría que nos engaña se descompone en puntos de colores. Como luciérnagas ebrias de luna. Un crepúsculo no puede durar para siempre…

Escapemos hasta encontrar un lugar en el que entendamos el lenguaje de las nubes, en el que podamos olvidarnos de todas estas pastillas rojas y grises. Que te están paralizando los latidos. Y colgar estrellas de los árboles con puntillas oxidadas, para que al amanecer nos encuentren abrazados entre la hierba azul de rocío. Cambiemos todo lo que somos, y todo lo que hemos sido. Sólo para escapar.

–Esta no parece una de esas situaciones de las que te puedes librar diciendo la verdad.
–Bien, entonces no digas nada.

Sueño Primero.

Y llovieron estrellas salvajes que saltaban de corchea en corchea hasta el puente de tu guitarra. Flores de humo que brotaban de tus labios entre el rocío de mis lágrimas.

Y mañana. Mañana al despertar no me tendrás. Que ya he echado a correr, como por un campo de amapolas marchitas, deshojando amaneceres desde mis sueños febriles. Yo ya no te espero, pero mi corazón miente.

Luz, luz ensombrecida, que teje cortinas de lluvia si la dejas brillar. Contaban de su llama que a chorros se desvanecía en tu mirar, que cosía besos entre las ramas del ciprés con hilos de papel. Y no soporta el ritmo desenfrenado de tus manos.

Tiembla, vibra la ciudad si digo que vengas, si gritas que lo harías si pudieras. Escribiendo canciones en prosa, cansada de acariciar noches de trapo. Y tú, que dibujas alegorías que anidan en los campanarios. Ahora voy a hundirme en tus ojos y a preguntar. Que si me amas, me lo dirás.
Pídeme que sea el impulso de tus mareas...