sábado, 31 de enero de 2009

martes, 27 de enero de 2009

And the question is: what is a 'meme'?

Ahora a los testes* los llaman memes. Suena a memo, un poco ¿verdad? Jumm...

Normas del juego:
1. Crear un link de la persona que te ha indicado el meme.
http://ecasper.blogspot.com/
2.Confesar 7 cosas extrañas/raras/diferentes sobre ti y tu personalidad en el blog.
3. Crear un link a 7 personas invitándolas a participar del meme.
4. Avisar a los 7 afortunados que han sido invitados por medio de un comentario.
http://lisensilencio.blogspot.com/
http://mala-estrella.blogspot.com/ (me matará si le dejo un comentario diciendo que tiene que hacer esto)
http://galletaabril.com/ (no me matará, porque jamás le dejaría un comentario en el blog

http://ecasper.blogspot.com/ (normalmente creo que no vale devolver los juegos estos)

Primera cosa extraña que me identifica:

Creo que son demasiadas como para ponerme a escoger.

Segunda cosa extraña que me identifica:

Soy completa y absolutamente antisocial, pero me encanta conocer gente vía fotolog/blog/messenger. Cuando me suelto, siempre digo más de lo que me gustaría que los otros supieran.

Tercera cosa extraña que me identifica:

Si me hacen daño, me dedico a soltar comentarios mordaces a discreción, aunque normalmente no es con mala intención. Si después de una semana soportándolo me sigues hablando, enhorabuena, eres bueno jaja. Si me mandas a la mierda, eres inteligente xD

Cuarta cosa extraña que me identifica:

Escribo, y las manos se me quedan heladas. Pongo nombres extraños (no, vulgares) a mis personajes porque necesito identificarlos con algo físico (relativamente). Nadie sabe quiénes son en realidad; a veces, ni yo misma.

Quinta cosa extraña que me identifica:

Me enamoro de casi todo lo que hago (y me tiembla la voz y se me empañan los ojos). Esto viene de que necesito sentirlo todo para vivirlo, de que tengo la necesidad de entusiasmarme por la vida (que me cuesta bastante) (emo ¬¬'). Parte mala: duele.

Sexta cosa extraña que me identifica:

Prefiero morirme de hambre escribiendo que publicar un best-seller que me quite de trabajar el resto de mi vida. De hecho, espero poder rechazar algún día una oferta como esa.

Esto compite con mi mala memoria (he tenido que volver a mirar cuál era la primera cosa extraña que me identifica porque no me acordaba x___x )

Séptima cosa extraña que me identifica:

Me gusta ir temprano a Sevilla, pasearme por las tiendas a comprar vinilos y libros, almorzar un bocadillo en el Parque de los Príncipes y pasar el resto de la tarde escribiendo al sol. Era el plan de sábado hace año y pico, pero creo que recuperaré la costumbre. =)



Y eso.

domingo, 25 de enero de 2009

Hoy es domingo, y no has venido a comer conmigo.
Ya, tampoco te esperaba. Al fin y al cabo, no tenías la obligación de hacerlo. Pero no sé, había encargado pizza, y había puesto el brasero para que la casa estuviera calentita cuando llegaras...

Bah, olvídalo.
En realidad sólo puse un plato. Un tenedor, un cuchillo. Dos servilletas, pero sólo por si acaso.
Si llego a escuchar el timbre de la puerta, me hubiera dado un infarto.
Hoy me apetecía comer sola.




Domingo. Doce menos veinte, subir la persiana, una ducha. Breve conversación telefónica, mal humor, dolor de oído, volver a la cama. Regalar una sonrisa, dejarse contagiar. Luego hablamos, ¿vale? Claro. Sí. Comer pizza, ver a medias una película de sobremesa de fin de semana, bajar al parque a fumar, una bolsa de plástico impacta contra la ventana. Dolor de oído, una pastilla, estudiar, ignorar, rehuir. Responsabilidad. Leer el periódico, escuchar música. Estar.

domingo, 18 de enero de 2009

No lo sé.

Es como si todo se hubiera hecho un lío dentro de mí, como un puñado de hilos cada vez más enredados. Y yo, que no soporto que las cosas se me escapen de las manos, lo único que hago es tirar de los extremos sin pensar en una forma mejor de desatarlos. Van a romperse, y lo sé. Van a romperse, y va a salpicar la sangre.

Mierda. Ya ha empezado.
Era fácil decirlo con una palabra.

sábado, 17 de enero de 2009

Trazos de Noviembre.

La literatura fue mi primer gran amor. Noviembre siempre me contaba cuentos antes de dormir. Me arropaba con Maupassant y me besaba con Neruda. Alguna que otra vez intentó que le hiciera un hueco en mi almohada a Dostoyevski, pero después de un par de noches blancas desistió. Yo le decía que la voz del hombre subterráneo me hacía tiritar, y a ella le encantaba, porque se despedía con una sonrisa tierna, de esas que esbozan las madres al ver dormir a sus hijos.
Luego llegaron la música y la fotografía. Time after time sonaba dentro de mi cabeza aunque la radio estuviera apagada. Fuera a donde fuera, allí estaba Noviembre con una canción diferente para mí. Una tarde me llevó a una tienda antigua, llena de polvo y reliquias de otro tiempo. Me dijo que me compraría cualquier cosa que encontrara allí y me enamorara. Yo sabía que necesitaba amar a Kafka, pero ella no estaba tan segura. Recuerdo que alguien cantaba (Nothing but) Flowers. Me trajo un vinilo que miré con recelo durante los siguientes tres meses, convenciéndome de la desazón que sentiría el novelista checo al encontrar abandonada su metamorfosis en aquella trastienda húmeda y oscura. Noviembre se reía cada vez que venía a casa y me preguntaba por una canción que yo me negaba a escuchar. Hasta que una noche (una madrugada, más bien) dejó caer la aguja sobre el primer surco, y yo estuve segura de que moriría de amor. Stairway to Heaven. Sí, creo que en cierto modo Noviembre me suicidó con aquel tema.
Brassaï. Ella siempre lo llamaba el Ángel, a secas. Retrataba la realidad, nuestra realidad, a la luz de las farolas. Que el mundo era muy distinto al caer el sol, entre prostíbulos y esquinas mal iluminadas. Noviembre me enseñó que su ángel no se apropiaba de la noche de París, sino de la noche a secas. Yo rebatía sus teorías sobre la intensidad de Brassaï con la simpleza de Doisneau. Solía escaparme a los pubs que él retrataba, me perdía en el romanticismo de sus besos y en la pillería de sus escolares. Me derretía por sus imágenes de músicos y tiovivos bajo la lluvia. Allí estábamos las dos, atrapadas en un mundo en blanco y negro, crudo e intenso donde los hubiera.
Al final resultó que el cine lo superaba todo. Kubrick, Forman, Lang. Me alimentó con todos los grandes clásicos, y luego me dejó indagar por mi cuenta. Acabé desquiciada por Hitchcock, jurando fidelidad a la ciencia ficción de Welles y devanándome los sesos por encontrar una lógica aplastante en el absoluto caos de Lynch. Noviembre me enseñó a aborrecer los tópicos frívolos como esas promesas de recuperar París al pie de una avioneta, o las líneas de guión cargadas de ácida indiferencia hacia la mujer escarlata. Yo bebía de sus palabras, insaciable. Hasta que Noviembre me arrojó sin miramientos de vuelta a la literatura. Entre acordes destemplados, fotogramas congelados e imágenes veladas, decidí entregarme a las letras como nunca antes lo había hecho. La misma tarde que alcancé esa determinación, regresé a aquella tienda olvidada y rescaté, por apenas un par de libras, La metamorfosis. Guardé el libro bajo la almohada, y allí duerme, cada vez que me tomo un respiro para fumarme un cigarro.



[Pues bésame el alma.]

martes, 13 de enero de 2009

Vale.
Yo también pensé en ti.

domingo, 11 de enero de 2009

Aún recuerdo cuando aquel tipo que vivía a tiempo parcial me dijo que la belleza que atrae no suele coincidir con la que enamora, y se reía, y me reía, y aquello no pasaba de ser un sueño hecho jirones.
La marea subía y cubría las astillas de la vieja barca. Sal. (Entra). Respondía.
Dolía cada suspiro, se volvía escarcha la saliva sobre la piel, escupíamos sudor por cada poro. Gritaba que quería encontrárselo todo hecho. Gritaba que quería pertenecer al viento. Empezar con el amor. Después se dio cuenta de que no tenía más vida interior que la que exprimía de sus propias palabras por la mañana antes del trabajo, y de que sus sentimientos eran pura existencia oral. ¡Mira lejos, joder! Mira la corriente, que marca el camino hacia el mar. Mira las mariposas sobre la hierba y atrapa una azul.
Azul cielo, azul nieve, azul celeste, azul amapola, azul marino, azul fuego, azul respiración, azul tardío, azul invernal, azul estático, azul desgarrador. O simplemente azul tú, que ya es un poco como azul yo.
Bebía sin sed y amaba sin tiempo. Yo respiraba su aliento de fuego y verdad. Un espejo roto en la pared. Se nos clavaron las esquirlas en los talones de tanto bailar descalzos. Con su conciencia, cada vez más diminuta, que tan pequeña se hizo que se le perdió en la bañera.



Oh Dios, cómo duele amarte.

viernes, 9 de enero de 2009

-¿Y ahora qué?

-No lo sé. ¿Y ahora?

-Salvarme del tiempo, supongo.

-Y del olvido.

-Espero no tener que salvarme de eso nunca.

martes, 6 de enero de 2009

[16.40 pm. Noviembre camina despacio, con las manos en los bolsillos y mirando al suelo. Antes solía hacerlo a menudo, pero acabó perdiendo la costumbre. Ahora vuelve a pasear por la tarde, con el sol acariciando su rostro. Hace frío, piensa, pero no el suficiente para hacerme tiritar. Gira a la izquierda. Un coche frena en seco, al borde de las rayas blancas y a escasos centímetros de su pierna. Noviembre le lanza una mirada cruzada al conductor. Él se la devuelve mientras un niño pequeño le toca el hombro. Se rompe el contacto. Ella sigue adelante, realmente no sabe a dónde se dirige. Murmullo de hojas. Se detiene, y retrocede sobre sus pasos. La puerta de la finca está encajada. Acerca el rostro al frío (rugoso) metal oscurecido; a través de una rendija ve corretear a un perro de presa sobre una alfombra de hojas secas. No está el coche, y las persianas están bajadas. Noviembre mira primero a la izquierda, como siempre, luego a la derecha, y empuja suavemente la puerta. Se desliza al interior de la propiedad tratando de hacer el menor ruido posible. Ha apagado la música. Respira profundamente. El aire allí es más denso, como si de algún modo lo enturbiara la presencia de los árboles, y huele a humedad. Y a madera.
Ahora sabe hacia dónde debe ir. Rodea la casa a una distancia prudencial del muro de ladrillos. Cuidado con los avisperos, recuerda. Un poco más lejos, aflorando entre las hojas muertas y en descomposición, sobresalen las raíces del viejo algarrobo. Noviembre se sonríe. En su memoria queda un vago recuerdo de aquel verano, hace ya muchos años, en que aquella mujer de cabello plateado (¿Quién sería? ¿Tenía nombre? ¿Y rostro? ¿Cómo sonaba su voz?) la llevó allí con su prima a contarles historias de algún país del norte (¿por qué le ha venido a la cabeza el nombre de Mauthausen?). Noviembre se sienta, aunque la madera está algo húmeda. No puede evitar escarbar entre las hojas con la punta del pie hasta encontrar la tierra. Adora el olor de la tierra mojada por la lluvia. Qué tranquilidad en ese trocito de bosque. De repente, alguien pronuncia su nombre. Una voz roída por el tabaco, grave, profunda. Artificial. Una voz que siempre ha odiado. Noviembre gira la cabeza, componiendo una sonrisa gélida de esas que gritan do not disturb!. Sólo pasaba a saludar, dice. Cómo si le importara, piensa. La puerta estaba abierta, iba a decirte que la cerraras con llave. Se pone en pie. No mira ni una sola vez hacia detrás. En cuanto regresa a la ciudad, se enciende un cigarrillo. Y vuelve al sitio de donde ha venido, porque en realidad Noviembre no pertenece a ningún lugar.]

lunes, 5 de enero de 2009

QUE ALGUIEN ME DESPIERTE, JODER.


Ah, no, espera. Si aún no me he dormido.
Ahora soy un queso gruyere.

Y tengo que tapar todos los agujeros.