sábado, 27 de diciembre de 2008

Vale.

Pero a mi quizás se me quede clavada una espinita.

Quizás, claro.

No sé, supongo que me cruzaré de brazos cada noche a esperar.
Y después te escucharé, las mismas palabras una y otra vez.
Y no importará.
No. No importará.
¿Sabes? Estoy metida hasta el cuello en esto. Me da un poco de miedo porque, en cierto modo, sé cuál es el final. Y no me gusta, eh. O sí. Bueno, ¿qué más da?
Vete a la cama, voy a abrazarte y a decirte que no debes olvidar eso tan importante. Mirar a los ojos, ¿vale? Mirar a los ojos y admitir que eres una egoísta. Levanta la jodida cabeza, pequeña. Que tú ya no tienes miedo. Venga, soy una egoísta.
Aunque no lo seas. Es sólo el instinto. Sí, creo que es eso.
Ah, y utiliza un acento bonito. Dulce. Tú me entiendes. (¿Verdad?)
Shhhhh...

[Otto en los ojos de Ana]



Ahora déjame dormir un poco. Estoy tan cansada...
¿Volveremos a conversar? Sí, creo que sí.

Duerme conmigo.








-¿Con quién hablas?
-¿Qué? Estaba callada.
-No, no. Estabas diciendo no se qué sobre esperar de noche. Sobre mirar y levantar la cabeza.
-Oh, vaya. Pensaba en voz alta. A veces hablo conmigo misma en voz alta para que no se me escape ni una palabra de lo que tengo que decirme. Es eso. ¿Has escuchado todo? Mañana te cuento qué tal me ha ido.

No hay comentarios: