sábado, 14 de febrero de 2009

Ahora te hablo a ti.

Tú (con tono de rabia).
¿A qué cojones te crees que estás jugando?
No, las casualidades* son intocables, y las estás destrozando una a una como si no te importaran lo más mínimo. A mí también me has destrozado, aunque eso sea lo que menos te importe (que decías que si yo no estaba te morirías. Yo todavía te oigo respirar. Claro, es que no estás sola, después de todo.)

Hoy es sábado, y yo sólo puedo sentarme a escribir que me asfixio en casa.

Porque las hay con suerte, y sin ella. Adivíname.