domingo, 15 de febrero de 2009

Se sentía pequeña, muy pequeña, y frágil, tanto que tenía que rodearse el cuerpo con los brazos para evitar romperse. Que si se levantaba perdería las últimas astillas que le quedaban, las que pudo guardarse en el bolsillo de vuelta a casa. No temblaba, pero el cerebro le hormigueaba como cuando se ponía nerviosa antes de un reconocimiento médico, de esas veces en que se mareaba e incluso se le nublaba la vista.
Llevaba mucho tiempo así, sin moverse. Pensaba que se le habrían agarrotado los músculos de las piernas. Y le dolían los ojos de llorar; al intentar dormir, las pestañas se le enredaban con la sal, por eso ya ni siquiera se esforzaba en tratar de conciliar el sueño.
Simplemente estaba allí, pero nada más. No emitía sonido alguno, excepto al tomar aire en mitad del llanto. Pero su respiración resultaba agónica, escalofriante.

Estaba muriéndose, y lo peor era que no pensaba hacer nada por evitarlo.
Estaba desgarrada por dentro, que vomitaba sangre casi diariamente. Que ya era casi tan físico como emocional.
Estaba muriéndose.




[¿dónde estoy?.]
Tienes que venir a por mí, pronto...



Hace frío.

2 comentarios:

Ecasper dijo...

Joder, coño, qué bien escribes...

lis.en.silencio dijo...

No sabes cómo me alegra que me digas eso :)

Y de nuevo te digo que me encanta cómo escribes.