viernes, 7 de noviembre de 2008

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Mi realidad se quedó suspendida un instante. Conteniendo la respiración.
Fue como si ese ente abstracto, ese pájaro que da cuerda al mundo se hubiera detenido a recuperar el aliento.
Lo vi todo, pasando ante mis ojos como si de una película se tratara. Un film que había protagonizado pero del que no había sido parte. Quizás sólo lo había estado mirando desde fuera, a través de una pantalla invisible. Aquella no era la realidad que había querido para mí, por eso me había dedicado a desarrollarme en ella manteniéndome completamente al margen.
Qué difícil es expresarlo con palabras, ¿no?
Había sido, durante demasiado tiempo, espectadora neutral de mi propia vida. Sin intervenir, sin tocar, sin sentir. Porque no podía permitírmelo. Suena jodidamente trágico, ¿verdad? No lo es. Uno se acostumbra.
Mi vida ha dado una brusca sacudida. Una palabra, sólo una palabra, ha provocado un cataclismo de inconmensurables dimensiones. Cayó como un rayo, agrietando la superficie perfecta de mi burbuja. Arrancándole escalofríos hasta al propio viento invernal. Y yo no quería moverme, no quería que los escombros de mis recuerdos se derrumbaran sobre mí. Me rodeé las rodillas con un brazo y me cubrí la cabeza. No iba a gritar, no iba a temblar, no iba a llorar. Simplemente, me quedaría allí quieta, en silencio, hasta que el polvo volviera a posarse donde le correspondía.
Y sucedió más rápido de lo que me esperaba.

El pájaro se cansó de esperar. El tiempo vuelve a transcurrir a velocidad normal.
No hay cambios, al menos a simple vista. Dentro del corazón, quizás una espinita se ha hundido un poco más. Pero todavía no sangra. Eso es bueno.

-Espera. Aún es pronto. No te precipites.
-Si es que la indiferencia sigue ahí... Es sólo que... me cogió por sorpresa. Nada más.
-¿Nada más?
-Nada más.
-Ya veremos.




Joder. Decidí que ya no regresaría en Noviembre, pero ahora es distinto. Lárgate y haznos un favor a ambos.

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