martes, 6 de enero de 2009

[16.40 pm. Noviembre camina despacio, con las manos en los bolsillos y mirando al suelo. Antes solía hacerlo a menudo, pero acabó perdiendo la costumbre. Ahora vuelve a pasear por la tarde, con el sol acariciando su rostro. Hace frío, piensa, pero no el suficiente para hacerme tiritar. Gira a la izquierda. Un coche frena en seco, al borde de las rayas blancas y a escasos centímetros de su pierna. Noviembre le lanza una mirada cruzada al conductor. Él se la devuelve mientras un niño pequeño le toca el hombro. Se rompe el contacto. Ella sigue adelante, realmente no sabe a dónde se dirige. Murmullo de hojas. Se detiene, y retrocede sobre sus pasos. La puerta de la finca está encajada. Acerca el rostro al frío (rugoso) metal oscurecido; a través de una rendija ve corretear a un perro de presa sobre una alfombra de hojas secas. No está el coche, y las persianas están bajadas. Noviembre mira primero a la izquierda, como siempre, luego a la derecha, y empuja suavemente la puerta. Se desliza al interior de la propiedad tratando de hacer el menor ruido posible. Ha apagado la música. Respira profundamente. El aire allí es más denso, como si de algún modo lo enturbiara la presencia de los árboles, y huele a humedad. Y a madera.
Ahora sabe hacia dónde debe ir. Rodea la casa a una distancia prudencial del muro de ladrillos. Cuidado con los avisperos, recuerda. Un poco más lejos, aflorando entre las hojas muertas y en descomposición, sobresalen las raíces del viejo algarrobo. Noviembre se sonríe. En su memoria queda un vago recuerdo de aquel verano, hace ya muchos años, en que aquella mujer de cabello plateado (¿Quién sería? ¿Tenía nombre? ¿Y rostro? ¿Cómo sonaba su voz?) la llevó allí con su prima a contarles historias de algún país del norte (¿por qué le ha venido a la cabeza el nombre de Mauthausen?). Noviembre se sienta, aunque la madera está algo húmeda. No puede evitar escarbar entre las hojas con la punta del pie hasta encontrar la tierra. Adora el olor de la tierra mojada por la lluvia. Qué tranquilidad en ese trocito de bosque. De repente, alguien pronuncia su nombre. Una voz roída por el tabaco, grave, profunda. Artificial. Una voz que siempre ha odiado. Noviembre gira la cabeza, componiendo una sonrisa gélida de esas que gritan do not disturb!. Sólo pasaba a saludar, dice. Cómo si le importara, piensa. La puerta estaba abierta, iba a decirte que la cerraras con llave. Se pone en pie. No mira ni una sola vez hacia detrás. En cuanto regresa a la ciudad, se enciende un cigarrillo. Y vuelve al sitio de donde ha venido, porque en realidad Noviembre no pertenece a ningún lugar.]

3 comentarios:

OE | Camus dijo...

Yo he soñado que el mundo arde y que lo merece, hoy en dia israel arde, lo bueno que existen post que ayudan a escapar de la realidad un momento y visitar el momentaneo mundo de los recuerdos, Salute!!

lis.en.silencio dijo...

Claro que no me importa, simplemente no estoy acostumbrada a que me pidan algo así y me sorprendió. Y que sepas que yo también seguiré tu blog ^^

un besito!

Anónimo dijo...

(tercera vez que intento poner el comentario, pero sólo repetiré que la firma es escueta para tener una respuesta más larga)

evaoo_ayanami@hotmail.com

(y sí, soy yo)