jueves, 29 de abril de 2010

La habitación naranja.


En la habitación naranja no llueve, ni tampoco hace frío, así que a veces también parece que duerme en ella un amago de verano pintado de primaveras. Tiene tres esquinas llenas de luz, para que todas las mañanas me encuentre al sol de frente, y otra más con sombras replegadas, para que arrincone contra ella las horas de ausencia. Yo la he visto en las noches de insomnio con la luna retozando entre sus cortinas, y he tocado el límite de la obviedad, pero también la he conocido por las malas, cuando lo único que queda es ahogar la voz contra la almohada. Por eso he llenado los cajones del armario con canciones que me recuerden que no todo serán palabras desacompasadas y frivolidades que calmen los nervios, que también nos quedarán tardes apacibles en el sofá, o amaneceres de los que ponen los pelos de punta escondida entre tus brazos.

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