miércoles, 19 de mayo de 2010

Interludio. [Parte III]

Y era como una escena de Paris, je t'aime de madrugada, empañada y al trasluz, ojos ávidos, sangrante ritmo frenético. Del revés y media vuelta. Que los libros no se escriben sobre cintas magnéticas por una razón (aunque nunca te diría cuál es), pero sí, es que lo sabes, lo sabemos, tú, yo, esta vorágine que hace por llamarse espiral, aun siendo imperfectamente a s im ét r i ca. ¿Dónde has ido? Te escuché saltar el último punto y seguido, y abismo de papel, porque ya no te veo, me canso, que no quedan retoricismos, dialécticas de ataque y retirada, de carrera y vuelta atrás para nosotros. No más. Es que no puedo seguir conteniendo el aliento cada vez que giro en una esquina, y se me encoge el corazón, ataque cardíaco con acento en la i, ¿serás tú? ¿tu sombra? ¿tu risa? ¿tu ?, y después que no, que es como el café donde nos despedimos, en el umbral de esa puerta en que queda un retazo de recuerdo apenas atado al dintel, imaginario, somnoliento, antepuesto. Echo de menos tus dobles sentidos por la mañana temprano, cuando aún te huele el pelo a sueño apresurado de última hora, se te cierran los párpados, ¡que todavía no hemos dormido!, y te retuerces, bostezas, sonríes tal vez, mientras yo me ofrezco a doblar las sábanas porque conservo la manía de arrugarlas con los pies. Dibujar tu nombre con saliva en la espalda, ponerte por apellido diversión, divergente, nada de sutilezas. Si quieres, esta noche, dormimos abrazados, aunque hoy todo suene a camas vacías.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Te veo muy prolífica últimamente, y eso es bueno, porque se te da genial.